Entre los retos más destacables estaría la reflexión sobre las posibilidades que las nuevas tecnologías y la neuroeducación ofrecen para el crecimiento integral del alumno, contemplando la educación desde tres enfoques:
Visión emocional: enseñar a regular, identificar y gestionar las emociones.
Visión humanística: potenciar el pensamiento crítico y la introspección.
Visión ética: fomento de valores y formación ciudadana.
Existen diversas aproximaciones al concepto de innovación educativa. Todas ellas coinciden en destacar que el origen de la innovación se encuentra en diagnosticar situaciones, problemas o conflictos en el ámbito educativo para proponer soluciones a los mismos. Así, una de las definiciones más establecidas plantea que la innovación educativa se entiende como: «Conjunto de ideas, procesos y estrategias, más o menos sistematizados, mediante los cuales se trata de introducir y provocar cambios en las prácticas educativas vigentes» (Carbonell, 2005, p. 11).
Desde esta perspectiva se puede considerar que la innovación educativa encierra un componente objetivo y un componente subjetivo asociado al cambio (Vogliotti y Macchiarola, 2003).
El ámbito objetivo contempla las prácticas educativas que se pretenden transformar: contenidos de enseñanza, estrategias metodológicas, materiales curriculares, enfoques y prácticas de evaluación.
El ámbito subjetivo se centra en el cambio de las representaciones y teorías implícitas de los profesionales de la educación
La eficacia de las innovaciones educativas dependerá en gran medida de la forma en que los diferentes implicados en el proceso educativo interpreten, redefinan, filtren o establezcan los cambios propuestos.
Profundizando en el concepto de innovación educativa propuesto por Carbonell (2005) se debe tener presente que:
Innovar no va asociado inequívocamente a los procesos de reforma educativa. Asimismo, las reformas no siempre tienen la intención de innovar e incluso llegan a dificultar este proceso.
Innovar no es equivalente a modernizar la escuela.
En este contexto de delimitación conceptual de la innovación educativa resulta por tanto necesario seguir indagando sobre qué es innovación y qué no es innovación.
Según Zabala y Zabala (2012), diferentes aspectos se pueden considerar como no representativos de la innovación educativa:
Innovar no es solo hacer cosas distintas, sino lograr nuevos y mejores resultados.
Innovar no es estar siempre cambiando: se trata de introducir procesos innovadores que permitan asentar prácticas.
Innovar no es dar cumplimiento formal y burocrático a los requisitos de la Administración educativa.
Las características que sí se atribuyen a la innovación son:
Innovar es introducir cambios justificados: la importancia de las innovaciones reside en que son intencionadas y razonadas.
Innovar es aplicar tres condiciones importantes en todo ejercicio profesional: la apertura, la actualización y la mejora de la calidad.
En definitiva, el objetivo de toda innovación es la mejora de la calidad educativa, y esta mejora no se reduce a cambios puntuales, sino que requiere un proceso continuo como se expondrá a continuación. La innovación educativa se configura como un conjunto de decisiones que la determina como proceso intencional que se desarrolla en una secuencia (fases).
Zabala y Zabala (2012) parten de las fases propuestas por Fullan (1982) para destacar las características y condiciones de las fases de la innovación educativa.
Referencia
Vogliotti, A. y Macchiarola, V. (2002). Teorías implícitas, innovación educativa y formación profesional de docentes. Ponencia presentada en el Congreso Latinoamericano de Educación Superior, Rio Cuarto, Argentina. Recuperado de http://www.academia.edu/2245020/Teor%C3%ADas_impl%C3%ADcitas_innovaci%C3%B3n_educativa_y_formaci%C3%B3n_profesional_de_docentes
Fullan, M. (1982). The Meaning of Educational Change. Toronto: OISE Press.
Write a comment ...